Poder&Crítica – Alejandra
Mientras el público esperaba paciente la salida de Fito Páez al escenario, el argentino comenzó a cantar, cuando pocos advertían que el show estaba por comenzar. En el medio un piano de cola ya lo esperaba, cuando se escuchó “El amor después, del amor, tal vez”, y el público se emocionó, saludando al músico con un grito.
Salieron los músicos del artista, pero él seguía cantando, entonando tras bambalinas, manteniendo al público expectante, con la mirada clavada en el escenario principal del Vive Latino, quienes iban acompañados se comunicaban con miradas, incrédulos y confundidos, Fito no se dejaba ver.
Finalmente, el cantante apareció, y su aparición bastó para provocar el grito del público, canoso, con una gabardina verde, similar al aguacate. Grande de edad y de trayectoria musical, pero con la voz y el cuerpo ágiles, bailando, Fito continuó cantando, “Nadie debe, y nadie puede, vivir, vivir sin amor”.
El sonido del piano de cola, volvió todo solemne, el viento, el ritmo de la música, los saltos del público, todo se sentía más lento, incluso el cielo, como un cómplice más de Fito, desdibujó las nubes como un boceto borrado en un pizarrón, pero este techo que cobijaba a Fito con tintes rojizos por el ocaso: “Nuestra vida es un hecho de cristal, nuestra vida es un hecho de cristal”, cantó el argentino.
Aunque algunos fans prefirieron apreciar el show parados aplaudiendo y cantante, muchos cedieron a las armonías entre la batería con el bombo envolvente, y un bajo que lo acompañaba, sin opacar a la voz de Fito, que no parece que nace del vientre o el pecho, sino de la nariz.