Wilco en el C Art Media: lo viejo funciona

Veintiséis canciones, más de dos horas de show y un sonido que envejece como el buen vino. Todo eso fue el show de Wilco en el venue del barrio de Chacarita.

Indie Club — Por Fermín Santos

La expectativa era total. Fueron nueve años de espera para volver a verlos. Entre el púbico se podía ver en su mayoría gente sub 40/50, pero no faltaron las nuevas generaciones que también querían presenciar en vivo un pequeño pedazo de la historia de la música. Y sin hacerse esperar mucho más, y con un simple cartel que iluminaba su nombre, a las nueve en punto salió Wilco para deleitar a todos los presentes en el Complejo C Art Media. 

Comenzaron el show con “Company in my back”, “Evicted” y “Handshake drugs”, ya poniendo a tono enseguida al a todos. En los primeros acordes de “I am trying to break your heart” ya la gente estaba cantando a la par de ellos, sin que falte el clásico argentino “olé olé olé olé / Wilco, Wilco”. La voz de Jeff Tweedy y los riffs de Nels Cline sobrevolaban por todo el Complejo C, encantando a los fanáticos y atrapando a los curiosos que se había acercado al lugar. Aunque hay que aclarar que todo el sexteto demostró estar a la altura con un sonido fino, limpio y con una obsesión por la canción, pero desde la perfección y enorme imperfección humana.

Luego vino “If I ever was a child”, un himno generacional y donde se podían ver lágrimas caer. Por momentos folk, por otros pinkfloyneanos, los de Chicago mostraron todas sus facetas. Y si faltaba algo para que todos caigan ante sus pies, en “Via Chicago” terminó de desbordar un aire lleno de romanticismo y melancolía. Sin frenar y repasando todas sus etapas, siguieron con “I’ll fight”, “Pot kettle black” y “Hummingbird”.

Uno de los mejores momentos del show fue en “Impossible Germany”, con Nels Cline haciendo un solo de guitarra de más de tres minutos porque podía y quería, y sí, una vez más se confirma que los argentinos cantamos los riffs de guitarras, hasta los imposibles de seguir. Además, casi como un recordatorio, en una época donde todo es efímero, es bueno volver a entender que hay cosas que valen la pena darles el tiempo que sea necesario para disfrutarlo y valorarlo. Porque la música no es un estribillo para TikTok, es arte, es una forma de comunicar y por sobre todas las cosas un sentimiento propio.

Si ya no faltaba nada para que sea todo perfecto, se escuchó “Jesus, don’t cry”, y con “Jesus, etc.”, todo el recinto se rindió a sus pies. Fueron cerrando el primer bloque -un bloque de veintiún canciones- con “Annihilation”, “Heavy metal drummer” y “A shot in the arm”. Uno diría “ya está”, pero no. Con un encore con “California stars”, “Falling apart (Right now)”, “Walken”, “I got you (At the end of the century)” y “Outtasite (Outta mind)”, entre country, blues y un espíritu stone, cerraron un show de más de dos horas, volviendo a demostrar que lo viejo funciona y que ellos siempre van a estar ahí. 

Todo el espectaculo fue ver a una banda que en vivo sonó medio suelta, pasándola bien, improvisando, pero al mismo tiempo siendo una maquinita. No pifearon, no hicieron nada mal y cambiaron de instrumentos setenta y cuatro veces para lograr esa perfección, pero con alma, calor y swing, demostrando porque con el pasar de los años siguieron estando a la vanguardia de la música.  El propio Tweedy fue de los que más disfrutó, riéndose y haciendo chistes con el público y marcando todo el tiempo que no se querían ir más. “Espero que no sean nueve años más, pero ya tenemos ganas de volver”. 

Así, Wilco volvió a demostrar que envejece como el buen vino y que todavía tienen muchos años más para darnos. Su espíritu libre y su amor por la música seguirá siendo traspasado por generaciones, sin quedarse con lo ganado, buscando siempre actualizarse y seguir siendo un pilar fundamental dentro de la industria.